
¿Quién no ha vivido con regocijo infantil el día en que por fin germinaba la alubia plantada en el vaso de yogur como ejercicio para el colegio? O, ¿acaso existe el que no se entristece cuando se muere ese geranio que le dio la tía del pueblo con todo el cariño? Las plantas nos inspiran, nos relajan, hasta habrá quien diga que le ponen de buen humor, por eso generar una relación con ellas nos ayuda de distintas maneras. Esto es así hasta el punto de que desde hace unos años se ha desarrollado un tipo de terapia basada en la horticultura: la hortoterapia.
La interacción con las plantas, estar pendientes de sus necesidades, cuidarlas de las agresiones de insectos dañinos… todas esas acciones, al ayudarnos centrar nuestra atención en ella, activa nuestro cerebro.
Este tipo de actividad es especialmente beneficiosa para las personas mayores por tres motivos:
- Trabajan la memoria
Las plantas, especialmente las del huerto, necesitan atención constante. Tienen sus tiempos, cada producto tiene su época del año para ser cultivado de forma óptima, requieren agua en su justa medida y muchas otras exigencias que ayudan a quienes trabajan en ellas a organizarse en torno a rutinas, lo cual es siempre beneficioso.
Asimismo, la mayoría de nuestros mayores han tenido un contacto directo con el huerto en algún momento de su vida –aunque sea durante la infancia-, ¿por qué no dejar que se luzcan?
- Se ejercitan
Plantar, recoger la cosecha, podar, cavar… todas esas actividades suponen una actividad, no demasiado intensa, pero lo suficiente como para que cualquier persona mayor se mantenga en forma. Quizás no todo el mundo puede realizar todas las tareas, pero si se trabaja en grupo seguro que entre todos se puede sacar un buen huerto adelante.
- Mejora la sociabilidad
Cultivar un huerto puede hacerlo cualquiera solo en su casa, pero lo habitual es que aunque así sea, la cosecha se termina repartiendo entre los seres queridos. ¿Por qué es esto así? Porque en el fondo conseguir un buen tomate es todo un logro, un logro del que estamos muy orgullosos. Por tanto, de repente una actividad a priori individual se convierte en social. Asimismo, si el huerto se plantea para una colectividad, como puede ser una residencia, se puede terminar convirtiendo en núcleo de encuentros, conversaciones y multitud de anécdotas.
Así que, ¿a qué esperas para empezar tu huerto?